Justicia corrupta by Nancy Taylor Rosenberg

Justicia corrupta by Nancy Taylor Rosenberg

autor:Nancy Taylor Rosenberg
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
publicado: 2017-10-30T23:00:00+00:00


«¡Qué fiasco!», pensó Ann, mientras caminaba apresuradamente hacia la sala diecisiete, donde se celebraba el juicio contra Delvecchio. Glen había dicho que la fiscalía terminaría de presentar los cargos ese mismo día, y Ann quería oír el alegato final.

Entró sigilosamente en la sala y, a pesar de que estaba casi vacía, tomó asiento en la última fila. Presidía el juez Robert Goldstein, quien, a pesar de su pronunciada calvicie y su aspecto ajado, tenía sólo treinta y nueve años y era uno de los jueces más jóvenes del país, nombrado recientemente.

Randy Delvecchio estaba representado por Winston Cataloni, un abogado de oficio bajo y achaparrado, vestido con un traje gastado, que hojeaba frenéticamente los papeles que tenía sobre la mesa, como si tuviese problemas para seguir el proceso. Ann tuvo la sensación de que si Delvecchio era condenado, sería sobre todo gracias a la ineptitud de su abogado. Cataloni era un reconocido alcohólico; se suponía que lo había dejado, pero a juzgar por su comportamiento era posible que hubiese vuelto a beber.

Cuando Hopkins bajó del estrado de los testigos, vio a Ann y sonrió satisfecho.

—Ésta constituye la prueba A del pueblo contra Delvecchio —informó Glen, mostrando una bolsa de plástico que contenía dicha prueba. La entregó al alguacil, y luego se volvió hacia el testigo.

En el estrado se hallaba Ray Hernández, un investigador de la oficina del fiscal. Era un hombre moreno y distinguido de unos cincuenta años; había ingresado en la oficina del fiscal después de veinte años de servicio en el departamento del sheriff, diez de ellos como detective de la brigada de homicidios.

—Así que encontró este abrigo en posesión del acusado —continuó Hopkins, de pie ante el estrado— ¿Qué le hizo pensar que fue sustraído en el transcurso de uno de los crímenes?

Hernández se acercó al micrófono antes de responder.

—No estaba en posesión del acusado exactamente —corrigió; Ray Hernández daba mucha importancia a los pormenores—. Lo llevaba puesto cuando lo detuvimos; en la solapa había prendida una insignia del club Rotario con el número veinticinco. Estelle Summer lo incluyó en la lista de cosas que le fueron sustraídas de su casa después de la agresión. Pertenecía a su difunto marido.

—Muy bien —repuso Hopkins, pensativo. Echó una mirada al jurado—. Por favor, díganos qué más encontraron en posesión del acusado. —Al acabar de hablar, se dirigió a la mesa del fiscal.

—Encontramos un anillo de mujer, una alianza.

Glen cogió otra bolsa de plástico más pequeña de la mesa, y volvió con ella al estrado.

—¿Es ésta la alianza que encontraron?

—Efectivamente —afirmó Hernández, después de mirar la bolsa—. Estaba escondida en el dormitorio del acusado, en el cajón de una cómoda en el que guardaba su ropa interior.

—¿Y a quién pertenece este anillo? —preguntó Glen.

—Es el anillo de boda de Madeline Alderson.

—¿Lo identificó Madeline Alderson?

—Sí —respondió Hernández—. Ella nos dijo que el violador se lo quitó del dedo antes de huir.

—Su Señoría, esto constituye la prueba B —añadió Hopkins, antes de sentarse.

—Su turno, señor Cataloni —dijo Goldstein.

Cataloni miró a su cliente y luego al juez, antes de bajar la vista y volver a hojear sus apuntes.



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